sábado, 31 de agosto de 2013
Efecto Zapatilla
Mantengo el ritmo, siento en cada zancada la textura del terreno. Los primeros kilómetros, sobre la dureza del asfalto, compruebo su grado de absorción y, minutos después, percibo su confort en la firme pista de tierra que rodea la ciudad, creada con el paso diario de los grandes gigantes de cuatro ruedas que llegan hasta la cantera, y sobre cuyas huellas, dibujo, con delicadeza, una nueva pisada entre sus estratos térreos.
Avanzo algunos puestos y, progresivamente, siento la consistencia muscular alerta a los cambios, preparada para dar un nuevo tirón, porque, ahora, me persigue una respiración cercana y profunda que revela la ansiedad por adelantarme y mantener el desafío pero, detecto también, la pronación en su mirada y la tentación de abandono que ha tenido algunos kilómetros antes.
Ahora, comienza a llover, un agua tibia, agradecida, y el trazo de sus contornos queda grabado en la incipiente y moldeable arcilla de la que surgen burbujas de oxígeno de algún insecto que intenta animar, y al mismo tiempo, llamar la atención para evitar su muerte.
Anticipadamente, me asalta el tacto irregular de un largo trecho de piedras resbaladizas para las que no estaba preparado y que intento esquivar, a saltos, y con zancadas de secuencia irregular. Responden de nuevo de manera estable, asegurando la bóveda del pie y dejando la punta de los dedos orientada hacia la derecha, al borde del camino.
Aquí la ruta se hace más resistente y puedo sortear, con menor riesgo, los cuerpos de los que resbalan y dejan codos y rodillas tatuadas o trozos de piel de atleta, hecha fósil, sobre los picos salientes de guijarros posicionados marcialmente.
Comprimo el empeine y los músculos extensores hasta conseguir, de nuevo, una pisada regular para evitar las vibraciones que emiten las maderas del puente que cruzamos y sobre el que se pueden ver algunos restos de dietas disociadas o hiperprotéicas que no han sido bien asimiladas, y rostros pálidos tendidos de cúbito supino con la mirada desgastada y el ritmo a la deriva.
En la última cuesta no me permito ni un descuido, ni un balanceo, tenso con fuerza el pie pero, aprovecho su ligereza y marco bien el talón para evitar, en la medida de lo posible, la onda de choque.
Cuando rompo la cinta, lo primero que hago es mirarlas. La tecnología ha funcionado, me gustan mis nuevas zapatillas.
Nota: Cambiamos de tono y apostamos por este certamen relacionado con el mundo del running.Seleccionado para la colección del libro electrónico que podéis descargar en: http://espanol.free-ebooks.net/ebook/400-palabras
jueves, 29 de agosto de 2013
Gregorio Samsa, supongo
Huelo a rosas, no sé de qué color porque está
oscuro, casi negro, pero son rosas. También percibo el relente húmedo de la
tierra agitada y la eclosión de nuevos
moradores, alquimistas de la materia, que han empezado a cuchichear muy cerca
de mis antenas, ¿O todavía son oídos?
No me asusto, no tiemblo, ni siquiera intento girar
la cabeza para no escucharlos, porque ya descubrí, hace unas horas, o quizás
sean días, que no puedo moverme. Tengo la certeza de que la sangre no me
circula, que no dispongo de actividad cerebral, pese a estos destellos torpes de
los sentidos que, obstinados, se aferran a sus últimos estímulos.
Me cuesta aceptar que aún sigo vivo, que la metamorfosis no ha concluido del
todo y que, aún, quedan larvas carroñeras dispuestas a profanarme. Finalmente, al
paso de sus invertebrados cuerpos, la mandíbula
se me descuelga y, con su peso de materia invertida, dibuja una sonrisa
erosionada al sentir que todo va desaparecer.
A mi espalda, el vértigo del río arrastra gusanos
sorprendidos de que, aún mi alma, se aferre a un trozo de carne descompuesta
con olor a polen.
Nota: Mi apuesta este mes de agosto en el blog de
micros de ENTC (Esta noche tecuento). Tema: Los insectos, Kafka y la
metamorfosis.
domingo, 11 de agosto de 2013
Peligro Peatón
“¡Hola Ángel! ¡Todos somos peatones!”, corearon para
hacerlo sentir uno más.
-Hace ya casi diez días que he dejado de caminar por
la ciudad –continuó-.
Sólo doy los pasos imprescindibles y sólo, si hay razones
suficientes. Me he jurado no volver a cruzar una vía, no era consciente de que
había desarrollado una adicción perniciosa.
De paso, he dejado también de matar, no he vuelto a
empujar a nadie desde el bordillo a la calzada aprovechando el tráfico denso y
rápido de las madrugadas.
Nota: Presentado al certamen de verano de la cadena SER: VIAJES.
El tema era: "Peatones".
miércoles, 7 de agosto de 2013
Diversión sostenible
El caluroso verano airea vidas en aquellos adolescentes llegados de la
ciudad que rodean la fuente del pueblo
en sus bicicletas, al tiempo que empapan su escasa ropa o se ajustan las formas
desabrochando miradas.
Al otro lado, los chicos del pilón, con una
dentadura perfecta, esperan, como todos los años, a que alguna desahogue sus
indómitos pechos y a que, en un descuido, el urbano mozo hunda su rueda delantera en la zanja eterna,
alfombrada con un tablón empuntado y con la profundidad precisa para garantizar,
el choque frontal con el manillar y la rotura de dientes.
Nota: Mi apuesta para el certamen semanal de verano Viajes de la Cadena SER. Esta semana tocaba el tema: "Bicicletas".
martes, 6 de agosto de 2013
Paralelo 36: La muerte sin sueño
Lo que se perdió, se perdió para siempre y ya no se puede recuperar. Por entonces, la tierra, abrazada en un único círculo mágico, y rodeada de un único océano, rebosaba de bellezas naturales de origen divino.
Pero quiso el destino que, un aciago día, las dos hermanas, Europa y África, inmersas en un juego de riñas, trazaran en el suelo una raya para separar sus imaginarios territorios infantiles y en ellos metieron cada una a sus escogidos.
De un lado, tomaron partido los hijos de los Dioses de rostro quemado: los bulliciosos zulúes, los mágicos bosquimanos, los tuareg de piel azul y los ágiles pigmeos disipadores del calor.
Al otro lado, los hijos de piel nacarada y ojos cristalinos: germanos conocedores de la memoria del viento, magiares dueños del corazón de las grandes estepas y celtas, guardianes de los secretos del hielo.
Y fue tal el ruido y la violencia en la disputa que despertaron a los demonios del abismo. Enfadados, colearon con fuerza sus miembros hasta provocar un latigazo marino, tan potente, que la tierra se resquebrajó.
África tendió la mano a Europa pero, la fuerza de los demonios ya arrastraba, a la deriva, las dos masas terrenas y las dos hermanas quedaron separadas para siempre.
Dese entonces, el alma de los hombres no descansa hasta encontrar su alma gemela al otro lado de la tierra y sufre la muerte sin sueño hasta el final de sus días.
Nota: Tercera de las apuestas que envié el certamen de Primera edición de "Purorrelato". Concurso de microrrelatos organizado por Casa África.
Pero quiso el destino que, un aciago día, las dos hermanas, Europa y África, inmersas en un juego de riñas, trazaran en el suelo una raya para separar sus imaginarios territorios infantiles y en ellos metieron cada una a sus escogidos.
De un lado, tomaron partido los hijos de los Dioses de rostro quemado: los bulliciosos zulúes, los mágicos bosquimanos, los tuareg de piel azul y los ágiles pigmeos disipadores del calor.
Al otro lado, los hijos de piel nacarada y ojos cristalinos: germanos conocedores de la memoria del viento, magiares dueños del corazón de las grandes estepas y celtas, guardianes de los secretos del hielo.
Y fue tal el ruido y la violencia en la disputa que despertaron a los demonios del abismo. Enfadados, colearon con fuerza sus miembros hasta provocar un latigazo marino, tan potente, que la tierra se resquebrajó.
África tendió la mano a Europa pero, la fuerza de los demonios ya arrastraba, a la deriva, las dos masas terrenas y las dos hermanas quedaron separadas para siempre.
Dese entonces, el alma de los hombres no descansa hasta encontrar su alma gemela al otro lado de la tierra y sufre la muerte sin sueño hasta el final de sus días.
Nota: Tercera de las apuestas que envié el certamen de Primera edición de "Purorrelato". Concurso de microrrelatos organizado por Casa África.
Son Cosas De Niños
Mamá y Papá llevan
días revolucionados. Siempre que viajamos a África a visitar a mi otra familia pasa
lo mismo.
“Son demasiadas maletas.
Intenta optimizar el equipaje”. Dice Papá mientras da sus típicos golpecitos
con el pie en el suelo.
“Optimiza, optimiza.
Llevo sólo lo imprescindible”-responde Mamá subida de rodillas a una maleta
rebelde que no puede cerrar y que parece embarazada de más maletas- “Déjame en
paz y asegúrate de que llevamos todo en regla. Revisa los pasaportes, los
visados, los papeles del coche y comprueba
la lista de cosas que debemos dejar hechas antes de irnos”.
Papá remira de nuevo
los pasaportes, un pequeño fajo de billetes, los cuenta y lee con atención un
papel con cosas escritas.
Al fondo del pasillo
Amir, mi hermano pequeño, ha tirado el neceser al suelo y con el champú ha
embadurnado el parqué, la pasta de dientes anda repartida por las paredes como
si de pintura rupestre se tratara, su rostro parece el de un apache en pie de
guerra; en una mano amenaza al mundo con una barrita de carmín y en la otra un
montón de pastillas de diferentes colores.
“Y las medicinas, no
olvides las medicinas que allí las necesitarás, están en el neceser”. Fue lo
último que oí a Mamá antes de echarse a llorar.
El viaje a África
tendría que retrasarse, dijo mi padre
por teléfono. Habíamos tenido un pequeño accidente doméstico.
Nota: Segunda apuesta para el certamen de "Purorrelato" de casa África.
Nota: Segunda apuesta para el certamen de "Purorrelato" de casa África.
Síndrome de Ulises
He llegado a casa, a
mi casa de siempre, con mis muebles de siempre, mis mandos a distancia, el agua
corriente y el supermercado. He llegado a casa y solo pienso en volver a sus
ciudades ruidosas y a sus coches atestados de gente transitando carreteras
polvorientas.
He vuelto a casa y mi corazón busca la bravura
del río, la bondad de sus habitantes y la protección de sus dioses. Necesito su
música, el ritmo y la cadencia del dromedario, el fraseo de la serpiente y el
compás de las estaciones húmedas.
Si no vuelvo
olvidaré cómo leer el horizonte y las variedades del té. Dejaré de tropezar con
los tesoros de agua potable y los lugares donde la mitad de la gente piensa que
todo irá bien, y la otra mitad cree en la magia.
Sueño que el viento
me transporta a fronteras de mil dialectos y arena tibia donde los pies no se
queman y las heridas las cura la tradición oral. Sueño con el tacto de sus
ropas tintadas en el cielo por fuegos artificiales.
Aquí, en mi casa, no
siento la huella de la independencia, no me enfrento a miradas de asalto
felino, ni me levanto con la amenaza de
hambre. Mi boca necesita el sabor explosivo de sus comidas escasas y el
hallazgo de aquello que les provoca la risa.
Ni siquiera he
desecho mi equipaje. Mañana prepararé todo para volver a cualquier lugar de
África que me envíe mi voluntario ser.
Nota: Una de las apuestas que envié el certamen de Primera edición de "Purorrelato". Concurso de microrrelatos organizado por Casa África y reenviado a ENTC
Nota: Una de las apuestas que envié el certamen de Primera edición de "Purorrelato". Concurso de microrrelatos organizado por Casa África y reenviado a ENTC
lunes, 5 de agosto de 2013
Tres Micros para la Fundación FIART
II Certamen Internacional de Microrrelatos y Cuentos breves
Organizado por la Fundación FIART.
Mi apuesta con estos tres micro micro que no podían superar las 15 palabras.
Microrrelato 1
Título de la obra: Golpe de tos
Su padre murió de un golpe de tos y él temblaba con cada estornudo rebelde.
Microrrelato 2
Título de la obra: Cuestión de colores
Yo corazón y alma roja. Tú negro y con pistola, tenemos un oscuro marrón
Microrrelato 3
Título de la obra: El más rápido.
Soplo mi dedo índice disipando el imaginario humo de la pistola. Hoy le perdoné la vida.
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HAIKU,
II Certamen Internacional de Microrrelatos y Cuentos breves,
microrrelatos
viernes, 2 de agosto de 2013
Un silencio incómodo
Desde la infancia, según mi logopeda, respiraba
sólo superficialmente y ese era el principio de mi mal. En cada sesión, trabajábamos
la respiración diafragmática, ejercitaba la dicción con piedras en la boca, o con
un lápiz entre los dientes. El objetivo
era corregir la disfluencia de mi niñez pero, con la entrada en la adolescencia,
ya eran manifiestas mis carencias en el patrón del habla: repetición de
sílabas, alargamiento de palabras o silencios entrecortados.
En el servicio militar, mi sargento, afirmando que era una dolencia
puramente mecánica, me hacía repetir, diariamente, las palabras más inopinadas:
azafato, bogavante, pasajero, y me daba collejas, según él, para escupir las silabas
una a una.
Ahora, en mi primera vista oral como abogado en la audiencia
provincial, ejercito mi respiración, relajo los órganos del habla y me
concentro en los fundamentos de mi alegato pero, sólo un silencio incómodo sale
de mi boca.
Nota: Mi apuesta para el mes de julio en el certamen de
micros del Colegio de Abogados. Máximo 150 palabras. Usar obligatoriamente las
siguientes: azafato, bogavante, pasajero, audiencia y sargento.
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