martes, 22 de noviembre de 2016

El Padrino

No era el mar pero se le parecía. La enorme masa de agua se extendía hasta el bosque infinito. El viento levantaba olas diminutas que rompían en el hormigón del muro levantando espuma de agua dulce. Al otro lado, el abismo de la presa por la que, a una orden suya, empezó a salir el agua a borbotones. 

No eran las Cataratas del Niágara pero se le parecían. Bajó la cabeza y el matón me vendó los ojos. Escuché el chasquido de sus dedos y sentí de inmediato el frío tacto del cañón de una pistola en la nuca. Parecía un beso pero era una sentencia.