Sólo le quedaba un
cigarrillo y se lo fumaría después de hacerle el amor por última vez. Dejaría
ambas cosas al mismo tiempo, lo tenía decidido. Su adicción al tabaco la
sustituiría por los parches de nicotina y el deporte. A ella por su nueva y
joven amante con la que el sexo no era ni fatigoso, ni arrastrado, ni como el
café con leche de todas las mañanas con dos terrones de azúcar.
El sonido de la llave
abriendo la puerta, los gritos de los niños y el “hola cariño, ayúdame con las
bolsas” lo sobresaltaron y sin pensarlo dos veces encendió el pitillo.
Genial, como siempre
ResponderEliminarGenial, como siempre
ResponderEliminarGracias por la visita y la lectura Bea, besotes
EliminarAl final, la realidad se impone.
ResponderEliminarSiempre imaginativo, Manuel.
Un abrazo
Encantadores tus relatos Manuel. Un abrazo.
ResponderEliminar