La cena fría, tirada con desgana sobre la mesa sucia, como ayer, y antes de ayer. No se atrevió a tocar nada. El galope de los caballos coceando su estómago. La llamó varias veces, gritó su nombre, pero el viaje del abandono era ya una realidad.
La amenaza se había materializado. Quizás Pisa, o Florencia, quién sabe; pero era un hecho, se había ido. Por un instante, recordó las últimas semanas: el desorden perturbador ocupando toda la casa, no se levantaba de la cama, no le dirigía la palabra, ni se alteró cuando la inquisición llamó de nuevo a la puerta. Callada, llorosa, con el rostro abatido.
Antes de iniciar su viaje, ha hecho pedazos los dibujos iniciales de su primer telescopio, los bocetos y la maqueta, confeccionada en madera, arden en la chimenea, pero es tarde para cambiar las cosas, para rescatarlos de las llamas. Ya no estaba y él nunca sabría, si lo había abandonado por su condición de hereje o porque envenenada de celos, no soportaba su manera de mirar la luna durante horas. Tampoco estuvo muy acertado anoche cuando le dijo que la tierra era el centro del universo y no ella.
Colaboración mensual en la web ENTC, la web del microrrelato.
Mostrando entradas con la etiqueta personajes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta personajes. Mostrar todas las entradas
miércoles, 30 de agosto de 2017
viernes, 21 de abril de 2017
Perseverancia
Como todos, ella también había sido persona antes
que víctima. Había disfrutado de una vida feliz a ratos. Nadie la maltrató en
su infancia y recibió una educación basada en los principios que acompañan al
ser humano por el hecho de serlo. Aprendió pronto que leer le apasionaba y más
aún contar historias y escribirlas.
Consiguió lápices y pequeñas libretas en la
escuela donde comenzó a relatar las curiosas vidas de sus familiares, pero los
soldados se lo prohibieron.
Año después, con una vieja máquina de escribir, llenó
papeles de historias de su país, de su mundo y de otros mundos que descubrió
entre los libros. Había héroes y villanos, locos enamorados y amantes
despechados, pero la guerra destruyó su casa y sus manuscritos quedaron
convertidos en cenizas.
En el hospital donde fue atendida durante meses
le permitieron usar un ordenador. Internet, redes sociales, escribir y guardar
sus cuentos, pero los cortes de electricidad y el fuego amigo terminaron con
todo.
Ha pasado el tiempo, y cada mañana, se levanta,
sale de su maltrecha tienda y con la espalda apoyada en la alambrada dicta
despacio nuevas historias a una voluntaria que ayer recogía en su nombre un
prestigioso premio literario.
Nuestra participación en la web ENTC (Esta Noche Te Cuento). Tema escritores y/o sus personajes
Suscribirse a:
Entradas (Atom)