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miércoles, 30 de agosto de 2017

Que te den Galileo

La cena fría, tirada con desgana sobre la mesa sucia, como ayer, y antes de ayer. No se atrevió a tocar nada. El galope de los caballos coceando su estómago. La llamó varias veces, gritó su nombre, pero el viaje del abandono era ya una realidad.
La amenaza se había materializado. Quizás Pisa, o Florencia, quién sabe; pero era un hecho, se había ido. Por un instante, recordó las últimas semanas: el desorden perturbador ocupando toda la casa, no se levantaba de la cama, no le dirigía la palabra, ni se alteró cuando la inquisición llamó de nuevo a la puerta. Callada, llorosa, con el rostro abatido.
Antes de iniciar su viaje, ha hecho pedazos los dibujos iniciales de su primer telescopio, los bocetos y la maqueta, confeccionada en madera, arden en la chimenea, pero es tarde para cambiar las cosas, para rescatarlos de las llamas. Ya no estaba y él nunca sabría, si lo había abandonado por su condición de hereje o porque envenenada de celos, no soportaba su manera de mirar la luna durante horas. Tampoco estuvo muy acertado anoche cuando le dijo que la tierra era el centro del universo y no ella.

Colaboración mensual en la web ENTC, la web del microrrelato.

viernes, 21 de abril de 2017

Perseverancia

Como todos, ella también había sido persona antes que víctima. Había disfrutado de una vida feliz a ratos. Nadie la maltrató en su infancia y recibió una educación basada en los principios que acompañan al ser humano por el hecho de serlo. Aprendió pronto que leer le apasionaba y más aún contar historias y escribirlas.

Consiguió lápices y pequeñas libretas en la escuela donde comenzó a relatar las curiosas vidas de sus familiares, pero los soldados se lo prohibieron.

Año después, con una vieja máquina de escribir, llenó papeles de historias de su país, de su mundo y de otros mundos que descubrió entre los libros. Había héroes y villanos, locos enamorados y amantes despechados, pero la guerra destruyó su casa y sus manuscritos quedaron convertidos en cenizas.

En el hospital donde fue atendida durante meses le permitieron usar un ordenador. Internet, redes sociales, escribir y guardar sus cuentos, pero los cortes de electricidad y el fuego amigo terminaron con todo.


Ha pasado el tiempo, y cada mañana, se levanta, sale de su maltrecha tienda y con la espalda apoyada en la alambrada dicta despacio nuevas historias a una voluntaria que ayer recogía en su nombre un prestigioso premio literario. 

Nuestra participación en la web ENTC (Esta Noche Te Cuento). Tema escritores y/o sus personajes